Por: Moises Pineda Z.
Un domingo de Carnaval del año de 1934 , día de elecciones presidenciales, Barranquilla puso- proporcionalmente- la mayor votación que recibió » La Revolución en Marcha » en todo el país.
ALFONSO LÓPEZ PUMAREJO , cabeza del proyecto Liberal cuyas banderas- en un reciente discurso de campaña el entonces candidato presidencial- dijo que «habían quedado tiradas» y que ahora, en sus manos, serían las del Cambio, recibió en apoyo 16.310 votos.
«Barranquilla, proporcionalmente, fue la ciudad de la República que dió más votos al doctor Alfonso López.
Los votos que le dio Bogotá excedieron en poco los que le dio la capital del Atlántico».
Había razones y motivos para votar por López Pumarejo que aparecía ante la opinión como el Gran Estadista, el hombre capaz de poner fin a una guerra, negociando un Acuerdo y ayudar con ello a restablecer la Democracia en El Perú con la caida y asesinato del Dictador Sanchez Cerro por parte del Aprismo, aliado de Bogotá.
Era una guerra de sainete pero la gente no lo creía. Una jugada maestra para obtener cohesión interna creando un enemigo externo. Hasta Gaitán terminó apoyando a Herrera y «oblicuamente» a López.
Había razones para esperar que con López fuera posible poner a raya la violencia en los campos y coto al llamado de Laureano Gómez para » incendiar el pais y hacer invivible la República. «
Luego de haber sido elegido, para que el Gobierno Nacional le cumpliera a la Ciudad los compromisos que López había adquirido con el financiamiento de las obras públicas claves para el desarrollo de la Ciudad, hubo que armar un trepequesube amenazando con independizarse la Costa Atlántica.
Los Tajamares de Bocas de Ceniza y el Canal de Acceso al puerto, era una de aquellas obras públicas.
El Gobierno de López, a regañadientes y «con gotero», empezó a cumplir.
En el fondo del reclamo estaba la munificencia de del Gobierno Liberal, para con los intereses de Cartagena, materializados en el improductivo ferrocarril que la unía con el Río Magdalena en Calamar.
Por el otro lado, al Sur, estaba Buenaventura consumiendo ingentes recursos del erario nacional para mantener abastecido el mercado bogotano.
En tanto, el desempleo agobiaba a Barranquilla.
El delito se habia adueñado de la Ciudad: atracos, riñas, asesinatos, robos en viviendas y negocios, lesiones personales eran pan de cada día.
Los sindicatos de los «Sin Trabajo» se movilizaban en toda la Nación pidiendo ayudas para mitigar el hambre.
Los barranquilleros tenían razones para reclamar, fuerza para organizarse y gargantas para gritar, pues desde el Gobierno de Olaya Herrera, venían dándose recortes en las partidas presupuestales y el retraso en los giros, obligaba a la paralisis en los trabajos, al incumplimiento de los cronogramas, al aumento en los costos, los reclamos de los contratistas y al despido de trabajadores.
Barranquilla apoyó a La Revolución en Marcha confiando con que, desde el Gobierno por el que entusiastamente votaron, con la participación de electores conservadores, podrían recuperar la confianza en un Proyecto Politico en el que habían depositado sus esperanzas.
No hubo tal ni tanta reciprocidad.
Si hoy, razones las hay, tales reclamos se hicieran y esas amenazas separatistas se dieran, la respuesta sería del tono: » no tienen ni ejército ni guerrilla para cumplir la amenaza » y, como María Antonieta cantarían en la mesa del Convite donde se reparte el erario, los contratos, los empréstitos, los puestos y las clientelas:
» con tal de que voten, bien pueden seguir gritando»
El mal ejemplo cunde.
#jvcpoliticapublica