Colombia todavía recuerda al Caballero del Fútbol

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Por: Jaime Guzmán

Hoy es un día oscuro para el fútbol colombiano. Se cumplen 31 años del vil asesinato de Andrés Escobar, el eterno “Caballero del Fútbol”, en la ciudad de Medellín.

El defensor que portaba el número 2 parecía marcado por el destino: un 2 de julio, en el mes de Julio César, su vida fue arrebatada. Su ausencia aún duele.

Andrés fue un central brillante, recordado por varias generaciones como uno de los mejores en la historia de la Selección Colombia. Nacido en Medellín, la “Ciudad de la Eterna Primavera”, su partida dejó una profunda tristeza en el corazón del país. Estaba a punto de fichar por el fútbol internacional, pero la violencia lo alcanzó.

Porque Andrés no fue solo víctima del narcotráfico. Fue víctima de la violencia en todas sus formas: las apuestas ilegales, las amenazas constantes, la presión de los intereses oscuros que se infiltraban en el deporte. En esa época, Colombia vivía días grises. La violencia manchaba los estadios, invadía las concentraciones, alteraba decisiones y sembraba miedo incluso entre los jugadores de la Selección Nacional.

Durante el Mundial de Estados Unidos 1994, la tricolor no solo enfrentó rivales en la cancha: también cargó con un ambiente tóxico que desgastó al grupo y derivó en una presentación discreta. Las divisiones internas y las amenazas externas rompieron más que la táctica: rompieron el alma del equipo.

Andrés Escobar representaba lo contrario: la dignidad, el juego limpio, el respeto. Su famoso mensaje tras el autogol —“la vida no termina aquí”— se volvió un símbolo de resistencia y de esperanza. Pero para él, la vida sí terminó ahí, por culpa de un país que no supo protegerlo.

Esa es la lección que debemos aprender como sociedad: que no podemos dejar que la violencia calle el talento, la honestidad ni los sueños. Hoy Colombia sigue sumida en la inseguridad, pero los colombianos no podemos dejarnos amedrentar por los violentos.

Recordemos el ejemplo de Andrés Escobar, pero también el de Luis Carlos Galán, Carlos Pizarro, Jaime Garzón, Guillermo Cano, Álvaro Gómez Hurtado, Bernardo Jaramillo y tantos otros que dieron su vida soñando con un país mejor.

Su legado debe ser un llamado a la memoria, a la justicia y a la acción. Para que nunca más se repita.