Entre ángeles y demonios

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Por: Jaime Guzmán

Zua…

A pesar del miedo a escribir tu nombre,
la inspiración me persigue a cada hora,
y más en las noches frías y silenciosas…

Me invade el néctar amargo de la angustia,
y no se disipa tu invisible presencia,
esa que eriza mi piel y enciende mi pecho,
latiendo al ritmo de una roja pasión.

En mi mente, un teatro delirante:
ángeles y demonios danzan sin tregua,
junto a Mercurio, preludio incierto,
lanzándome hojas vacías de respuestas
que nunca llegaron.

En el conteo regresivo de cinco,
las luces, testigos, proyectan el febril acto
entre ansiedad y depresión,
junto al recuerdo hambriento de fantasías
y los celadores de emociones,
en diálogo con la razón…

Oh, la razón extraviada,
distraída en la ardiente paciencia
de tejer las manecillas del reloj,
confundiendo a Cronos,
envolviéndolo entre el presente y el pasado…

Oh… mi lírica,
secuestrada en los enredados
cabellos del destino.

“¡Ya no puedo más! ¡Ya no puedo más!
Soy el hijo del llano gris de tu olvido,
jugando con el eco
que se repite en la nada,
aferrado a quimeras de rosas de colores
que se duermen tatuadas en el ocaso.”

Así voy, rayando en las ásperas paredes de mi mente,
inventando formas asombrosas para retenerte.

Pero la cruel realidad es una pesadilla diurna,
un laberinto de rencor hacia mí mismo,
donde la peor condena
fue aquella decisión que, más tarde, sería irreversible…
Pensé que, con la máquina del tiempo,
podría, rebelde, torcer el curso de la existencia.

Y aun así,
aunque todo en mí grita que no,
el eco insiste en recordarme
que nunca fui suficiente,
que no merecía tu nombre
escrito en tu historia.

Pues todo camino conduce a Roma,
pero no a tu amor…

Posiblemente, en otros cielos,
si es que existen,
en otras vidas,
si es que dejé al menos huella en tu noble corazón…
Y si volviera, la vida me diría:
“Claro, pero después de visitar a Hades…”
Y, mucho antes,
tendría que vencer al minotauro
que habita en el laberinto de mi turbio camino…

“Sé que nunca te fijarás en un bohemio,
un escritor de cuentos y poemas,
un vago apasionado por tu amor,
con compulsiones absurdas,
de esas que queman por dentro,
que aceleran la sangre
e incrustan clavos de tensión en mi sien.”

Por eso, me perderé como espuma
en el inmenso mar de Poseidón,
diluyéndome en la multitud,
bajo el sol canicular,
asumiendo que, en tu ausencia,
solo queda el eco de mi sombra.

Pues en tu vida, solo soy ya
una edificación vieja…
un Olimpo en ruinas,
donde Apolo aún rasga su lira,
y yo declamo mi poesía
entre ángeles y demonios.