La calle sigue hablando: un mensaje que no se puede ignorar

0
9

Por: Jaime Guzmán

Hoy, Barranquilla volvió a ser el escenario de una realidad que muchos quieren silenciar: la gente está en la calle, no por capricho ni por politiquería, sino porque el país está en un punto de inflexión. El segundo día del paro nacional no es simplemente otra jornada de protesta, es una expresión colectiva de inconformidad, de esperanza y de defensa de lo que se considera justo.

Los sindicatos, las organizaciones sociales y los ciudadanos que marcharon desde Fenalco hasta la ANDI no solo caminaron por el asfalto: caminaron sobre años de desigualdad, de promesas incumplidas, de reformas aplazadas y de sectores históricamente ignorados. Ellos no están “generando caos”, como algunos titulares quieren hacer ver, sino reclamando lo que se les debe: participación real en las decisiones que afectan su presente y su futuro.

Sí, es cierto que el comercio decidió seguir abierto y que no hubo cierres viales programados. Pero eso no puede ser usado como excusa para desestimar la magnitud del mensaje. Es ingenuo pensar que el éxito de una marcha se mide por la cantidad de semáforos bloqueados o negocios cerrados. El éxito está en que miles de voces lograron visibilizar que hay un pueblo dispuesto a respaldar un proyecto de país que, con aciertos y errores, ha puesto sobre la mesa temas inaplazables: salud, educación, trabajo digno y justicia social.

El despliegue de más de 600 uniformados por parte de la Policía Metropolitana nos recuerda que, aunque se pide orden, lo que realmente se necesita es escucha. La seguridad no debe servir para blindar oídos sordos, sino para garantizar que la protesta pacífica cumpla su propósito: ser oída, ser comprendida, ser tomada en serio.

En medio de la polarización nacional, las marchas como la de hoy nos obligan a mirar más allá del ruido de las redes y las trincheras ideológicas. Nos invitan a reconocer que el país no puede construirse desde la comodidad del escritorio ni desde la arrogancia del poder, sino desde la calle, donde palpita el descontento, pero también la esperanza.

Porque si algo dejó claro esta jornada es que la calle sigue hablando. Y cuando la calle habla, un verdadero gobierno escucha.